“¿Qué haces aquí, Elías?”, le preguntó la escritora Elena de White a John N. Loughborough, uno de los evangelistas más destacados del periodo formativo de la Iglesia Adventista. Frustrado con el ministerio, Loughborough había abandonado su vocación pastoral para trabajar en el campo. Por eso, el mensaje de Elena de White fue tan contundente: él había cometido el mismo error del profeta Elías, que huyó después de haber obtenido una gran victoria en el monte Carmelo (1 Reyes 18, 19).
Así como el pastor Loughborough, todos nosotros podemos caer en la trampa de ser negligentes con la misión para la cual fuimos llamados como remanentes, los siete mil hombres, metafóricamente, que no doblaron sus rodillas ante Baal (1 Reyes 19:18; cf. Romanos 11:1-5). Como parte del pueblo remanente, Dios nos encomendó exaltar su ley y preparar el camino para la segunda venida de Cristo (Apocalipsis 12:17), una misión revelada en el nombre “adventista del séptimo día”.
Sorprendentemente, esas dos características distintivas son mencionadas en la última profecía del Antiguo Testamento. El profeta Malaquías anunció un mensajero que debía preparar el camino para la venida de Señor (3:1). En el capítulo 4, ese mensajero es llamado Elías (v. 5), y su misión es convertir “el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (v. 6), a fin de preparar la Tierra para “el día de Jehová, grande y terrible” (v. 5).
En ese contexto, el pueblo de Israel es invitado a recordar la “ley de Moisés” (v. 4). Por lo tanto, el mensajero de Malaquías debía unir el mensaje de la ley de Dios con la venida del Mesías, que es llamado “ángel del pacto” (3:1) y “Sol de justicia” (4:2; Lucas 1:76-79) por el profeta.
Esos paralelos entre Elías y el remanente hacen que surjan algunas preguntas importantes sobre la escatología y la misión adventista, como el papel de reconciliar a los “padres” y los “hijos” y presentar un evangelio indivisible, que une el testimonio de la ley con el mensaje de la venida de Jesús. Con eso en mente, vamos a analizar el texto de Malaquías y compararlo con otros pasajes bíblicos que aclaran la obra del remanente apocalíptico.
La voz que clama en el desierto
En tono escatológico, Malaquías 3:1 anuncia: “He aquí, yo [El Señor] envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”. Antes de formular cualquier comentario sobre este texto, es importante destacar que este evoca Isaías 40:3: “Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”. Esta conexión se hace evidente por el hecho de que ambos versículos emplean el verbo hebreo panah, “preparar”, seguido por el sustantivo derekh, “camino”.
Es interesante notar que tal relación es confirmada en Marcos 1:2, 3, que une los dos pasajes para referirse al ministerio de Juan el Bautista: “[…] He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor […]”. En el mejor estilo rabínico, Marcos mezcló las dos declaraciones para comentar la obra de ese mensajero, como si estuviera hablando con alguien: “Dios enviará su mensajero. ¿Pero quién es el mensajero del Señor? El mensajero del Señor es la voz que clama en el desierto”.
Es fundamental reforzar que el mensajero de Malaquías 3:1 es llamado “Elías” en el versículo 5 del capítulo 4. Podemos presentar por lo menos dos argumentos para confirmar ese punto de vista: (1) los dos personajes son introducidos con la expresión “He aquí yo envío”, del hebreo hinneh sholeach; (2) Jesús, el mayor de todos los intérpretes de las Escrituras Sagradas, identificó al “Elías que había de venir” con el mensajero de Malaquías 3:1 (Mateo 11:11-14).
En el espíritu y poder de Elías
De acuerdo con Lucas 1:15-17, la profecía de Malaquías se cumplió parcialmente en Juan el Bautista, que debía desarrollar su ministerio en el espíritu y el poder que caracterizaban a Elías: “Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Sin embargo, cuando fue interrogado por los sacerdotes y levitas sobre su identidad, Juan negó ser el profeta Elías y se identificó como la “voz de uno que clama en el desierto” (Juan 1:21-23) que, como ya fue observado, también está relacionada con la obra del mensajero profético de Malaquías. A pesar de haberlo negado, el Bautista se vestía como el profeta Elías (Marcos 1:6; 2 Reyes 1:8) y también fundamentaba su discurso en Malaquías 4 (Lucas 3:7, 9; cf. Malaquías 4:1).
Esa aparente contradicción es fácilmente resuelta cuando leemos el texto a partir de la perspectiva judía. Según el registro de Mateo 17:10, había una creencia entre los judíos de que el profeta Elías volvería a la Tierra para preparar el camino del Mesías. Hasta nuestros días el pueblo judío mantiene esa esperanza. Cada puesta de sol de sábado para domingo, en una ceremonia conocida como Havdalah, ellos entonan la canción: “Elías, el profeta / Elías el tisbita / Elías, de Gilead / apresúrese a venir con el Mesías, hijo de David”. En la Pascua, los judíos preparan un lugar a la mesa para el profeta Elías y dejan una taza de vino reservada para él.
El rabino ortodoxo Chaim Jachter, en el libro From David to destruction (Kol Torah, 2019 [Eliyahu HaNavi and the Drought of Faith, seder 19]), resumió bien la importancia del profeta Elías en la escatología judía: “Eliyahu HaNavi nos llevará a un teshuvah [regreso] que desencadenará en la llegada del Mashiach, nuestra redención final. Alineado con esta misión, Eliyahu HaNavi llega a nuestro seder [ceremonia de Pascua] en el momento exacto en que nos referimos al veheve’ti, el quinto paso condicional de la redención [una referencia al verbo ‘llevar’ en Éxodo 6:8]”.
Por esa creencia popular, el Bautista negó ser Elías. Juan no era el profeta Elías que había sido llevado al cielo, sino el Elías profético que debía preparar el camino para la venida del Mesías. En Mateo 17:11-13, Jesús confirmó esa interpretación, pero también presentó un matiz interesante en el versículo 11: “[…] A la verdad, Elías viene primero y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino […]”.
Antes de afirmar que Elías ya había venido, Jesús dijo que el ilustre profeta todavía vendría y “restauraría” todas las cosas. El verbo ‘restaurar’ (del griego apokathistēmi) fue extraído de Malaquías 4:6, según el texto del Antiguo Testamento griego, la Septuaginta. Ese mismo verbo es usado para retratar la redención final de nuestro mundo en ocasión de la segunda venida de Cristo (Hechos 1:6; cf. 3:21), revelando el tono escatológico de la declaración de Mateo 17:11.
En otras palabras, Jesús estaba diciendo que la profecía de Malaquías no se limitaba al ministerio de Juan el Bautista. Así como habría dos venidas del Mesías, una vez más debía ocurrir la manifestación profética de Elías. En el futuro, otro mensajero debería ser levantado para exaltar la “ley de Moisés”, preparar un pueblo para “el día de Jehová, grande y terrible” y convertir el “el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:3-6).
Continuará…
Por André Vasconcelos. Magister en Teología Bíblica y Doctor en Antiguo Testamento. Actualmente, trabaja como editor en la Casa Publicadora Brasileña.
Fuente: https://noticias.adventistas.org/es
1 comments
Sorprendente y profundo estudio. Es una verdadera revelación para mi vivir espiritual. Espero continuar el hilo de este artículo. Dios continúe bendiciendo al amado hermano.